El intestino influye en muchos procesos de la cabeza a los pies. Si el intestino no funciona bien todo el organismo se ve afectado.
El intestino es nuestra mayor superficie de contacto con el mundo exterior, todo lo que tomamos, sea beneficioso o tóxico, llega desde la boca hasta el intestino.
El intestino grueso está compuesto por billones de microorganismos diferentes llamadas microbiota, ellas se encargan de que los nutrientes vitales para nosotros se asimilen bien y las sustancias malas e inservibles lleguen a la orina o a las heces, las sustancias tóxicas restantes pasan al intestino delgado y la vena porta hasta el hígado donde se descomponen, pues el hígado es la fábrica de desintoxicación del organismo.
Este proceso es el óptimo, pero existen factores que dañan el intestino y el hígado, en ese caso ellos no pueden trabajar bien. Unos factores son los malos hábitos alimenticios, azúcares, demasiados alimentos ultraprocesados, otro son los factores nocivos ambientales como la polución, y otro los medicamentos como pueden ser los antibióticos.
La microbiota intestinal interactúa con diversos órganos y sistemas, regulando múltiples funciones fisiológicas, metabólicas, inmunitarias, neurales, que son claves para nuestra salud.
Como consecuencia, estas perturbaciones pueden romper esta relación de simbiosis y contribuir al desarrollo de diversas enfermedades, desde patologías intestinales a otras muchas de tipo metabólico, mental, autoinmune.
El intestino es el órgano inmunitario más importante del cuerpo, el el se encuentran la mayor parte de células inmunocompetentes del organismo, comprobando también que es el segundo órgano en número de neuronas.
Este descubrimiento dio lugar al denominado eje intestino-cerebro.
Esta unión entre el intestino y el cerebro se basa en la conexión de redes endocrinas, inmunitarias y neuronales que sirven de canal conductor para transportar la información sobre el estado de las funciones de diversos órganos y el estado de la salud.
La microbiota y los metabolitos que se generan de la digestión de los alimentos, ácidos grasos de cadena corta, son parte de los estímulos biológicos y químicos que intervienen en estas rutas de señalización que pueden modificar funciones esenciales como la respuesta endocrina al estrés – producción de cortisol- la respuesta inmunitaria – producción de proteínas pro-o-antiinflamatorias y las emociones y comportamientos ante una situación de estrés o trauma.
Por ello tener una microbiota sana es tener un organismo sano.
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